La Merced
La Merced en San Vicente Ferrer
La presencia de la Orden de la Merced en nuestra parroquia se remonta al año 1994. En aquel año el Obispado de Orihuela-Alicante concedió a la Orden de la Merced la capellanía de la cárcel de Fontcalent y para poder cumplir con tal tarea se le cedió la Parroquia San Vicente Ferrer de Elche. Desde entonces nuestra parroquia ha sido tutelada por una comunidad de tres frailes mercedarios que bajo la advocación a Santa María de la Merced predican la palabra de Dios, administran los sacramentos, dirigen a los fieles de la comunidad parroquial y gestionan los asuntos del templo.
Origen de la Orden de la Merced
“Dios, Padre de misericordia, ha visitado y redimido a los hombres, ofreciéndoles por Jesucristo el don de su amistad y enriqueciéndolos con la libertad de hijos. De modo semejante ha querido suscitar en la Iglesia hombres y mujeres que, guiados por el espíritu redentor de Jesucristo, visiten y liberen a los cristianos que, por circunstancias adversas a la dignidad de la persona humana, se encuentran en peligro de perder su fe.
Para llevar a cabo esta misión, impulsado por el amor de Cristo, inspirado por la Virgen María y respondiendo a las necesidades de la Iglesia, el 10 de agosto de 1218, san Pedro Nolasco fundó en Barcelona la Orden de la Virgen María de la Merced de la redención de los cautivos, con la participación del rey Jaime de Aragón y ante el obispo de la ciudad, Berenguer de Palou.
Por la confirmación del Papa Gregorio IX, el 17 de enero de 1235, la Iglesia testificó la acción del Espíritu Santo en la fundación de la Orden; la ratificó en la práctica de la regla de San Agustín; le dio carácter universal incorporándola plenamente a su vida y sancionó su obra como misión en el pueblo de Dios.” (COM 1-2).
El Escudo
A lo largo de la historia el escudo mercedario ha sido presentado en mil formas y expresiones. Los hay clásicos, modernos, vanguardistas; todos expresan el hondo compromiso mercedario con la libertad. “No hay mayor caridad que dar la vida por los hermanos”; por eso cuando veas un escudo en un religioso, religiosa o laico, estarás viendo a un comprometido con la liberación y entusiasta devoto de Nuestra Madre, María de la Merced.
El escudo de la Merced es, sin duda, el elemento más identitario de la Orden. Por donde hayan pasado los mercedarios aparece, de una u otra forma, el escudo como signo de su presencia.
LA CRUZ.
Es blanca PLATA, símbolo de inocencia y pureza, sobre fondo rojo SANGRE. Ocupa la parte superior del escudo. En ella va impresa la decisión entusiasta de la Iglesia de apoyar la labor redentora de Pedro Nolasco en el momento de su fundación. Es la cruz de la catedral de Barcelona que el obispo de entonces, Berenguer de Palou, regala a la Orden como expresión de su apoyo a la obra redentora de Pedro Nolasco y de su familia religiosa.
LAS BARRAS.
Son rojas SANGRE, símbolo de amor y caridad y amarillas ORO, símbolo de benignidad y nobleza. Ocupan la parte inferior del escudo. Son las barras de la corona de Aragón. El Rey Jaime I, entusiasta colaborador de la Orden de la Merced, presente en su fundación en la catedral de Barcelona el día 10 de agosto de 1218, regala a la Orden su escudo como expresión de su apoyo a la obra redentora. El escudo se convierte así en pasaporte real más allá de las fronteras a la hora de ir a las redenciones y mostrar credenciales de autoridad. Por eso se verá muchas veces el escudo coronado con la corona real.
Las 4 barras color SANGRE en el escudo de la corona de Aragón tienen su origen, según la tradición, en el hecho de que Wilfredo el Velloso, fundador de la dinastía de los Condes de Barcelona, cayó gravemente herido luchando contra los normandos al servicio de Carlos el Calvo, emperador de los franceses entre los años 875-877. Para premiar su valor, Carlos el Calvo le concedió en su lecho de campaña las armas heráldicas a él y a sus descendientes, con ese fin, mojó los cuatro dedos de su mano derecha en la sangre que manaba de la herida y los imprimió sobre el escudo del Conde dejándole marcadas cuatro barras rojas.
Espíritu y Misión
Los mercedarios tenemos como maestro y modelo a Cristo Redentor que con su muerte nos ha liberado de la esclavitud y estamos dispuestos a seguirlo sacrificando hasta la propia vida en el ejercicio del ministerio redentor.
Por su intervención en el principio y vida de la Orden que lleva su nombre, los mercedarios llamamos a María MADRE DE LA MERCED y la veneramos como inspiradora de su obra de redención. Ella es la madre de los cautivos a los que protege como hermanos queridos de su Hijo, y es igualmente madre de los redentores al ofrecer libertad a los cautivos…Por su entrega en favor de los cautivos y su vida de servicio a la Orden que ha fundado, san Pedro Nolasco es para nosotros el signo más cercano del amor redentor de Jesús y el realizador más perfecto de la obra liberadora de María. Por eso procuramos imitar su vida, continuamos su acción dentro de la Iglesia y lo veneramos como Padre (COM, 6, 7 y 8).
El espíritu mercedario supone fundamentalmente el descubrimiento de Cristo que continúa padeciendo en los cristianos oprimidos y cautivos, expuestos a perder su fe… y ponemos nuestro compromiso de caridad, poniendo nuestra vida al servicio de estos hermanos para que vivan la libertad de los hijos de Dios. (COM, 9)
Para cumplir esta misión nos consagramos a Dios, con un voto particular, prometemos dar la vida como Cristo la dio por nosotros, si fuese necesario, para salvar a los cristianos que se encuentran en extremo peligro de perder su fe, en las nuevas formas de cautividad (COM, 14). Estas nuevas formas de cautividad constituyen el campo propio de la misión mercedaria, y se dan en una situación social con las siguientes características:
es opresora y degradante de la persona humana
nace de principios y sistemas opuestos al evangelio;
pone en peligro la fe de los cristianos;
y ofrece la posibilidad de ayudar, visitar y redimir a la personas que se encuentran dentro de ella. (COM, 16)
A lo largo de la historia, nuestra Orden de acuerdo con las necesidades de la Iglesia y el mundo ha adoptado diversos ministerios caritativos y apostólicos. Actualmente continua con esos ministerios y los organiza de acuerdo a las necesidades de las iglesias particulares donde realizamos nuestro apostolado.
El ejercicio de esta caridad sin límites ha impulsado a más de un religioso mercedario a vivir la propuesta programática del Evangelio:
– “tuve hambre y me dieron de comer” (Mt. 25,35)
Se ha procurado vivir el carisma en el mundo de la pobreza y la marginación, ocupándonos de aquello que el mundo descuida, se han creado lugares en los que el pobre comparte su pan (comedores, casas para huérfanos, asistencia médica), a la par han surgido proyectos de evangelización que ayudan en la promoción humana y en una vida digna.
– “estuve en la cárcel y fueron a verme” (Mt. 25,36)
La atención a los recluidos en cárceles , es una actividad que se ha traducido en el auxilio sacramental, espiritual, además también en el cuidado para que los reclusos reciban un justo proceso. Los mercedarios estamos presentes como capellanes en muchos centros penitenciarios, en América y Europa.
– “era forastero y me han hospedado” (Mt. 25,35)
La migración se ha convertido, en un desarraigo profundo del individuo y en la perdida no sólo de sus valores humanos, sino también religiosos, y frente a esta situación dolorosa de nuestros hermanos se ha creado un proyecto de acogida a los refugiados, en el que se respeta su identidad cultural, religiosa, y se le procura un espacio y los medios para ubicar su vida en el nuevo contexto social, cultural, del lugar al que han llegado.
Otro campo en el desarrollo del carisma es la educación, pues somos conscientes que a través de ella podemos introducir en el horizonte educativo la oportunidad de educar en la libertad y para la libertad. En este campo pastoral se posibilita un servicio a los marginados de una educación digna del ser humano y además con esto se nos permite la formación de cristianos comprometidos con el Evangelio, con la Iglesia y con la Obra Redentora.
Las parroquias son también otro ámbito en el, que como mercedarios, realizamos la nueva evangelización y buscamos responder con eficacia a las opresiones que surgen en la sociedad; nos pone en contacto con el multifacético mundo de la marginación y de la nuevas situaciones de cautividad, además la parroquia brinda a los laicos la oportunidad de vivir la vocación mercedaria en su propia dimensión.
Llamados desde nuestra consagración bautismal al anuncio del Evangelio, para nosotros anunciar a Jesucristo es anunciar al Redentor: Verdad y Vida. La misión ad gentes es una preocupación emergente de nuestra Orden, y nuestras provincias, vicarías y delegaciones ponen en práctica este servicio en regiones deprimidas. En ellas se ejercita, con actividades concretas una faceta de nuestro carisma redentor.
El espíritu de la Merced está informando un conjunto de Institutos religiosos y asociaciones de laicos que han ido surgiendo a través de los tiempos. Apelan al mismo fundador originario, san Pedro Nolasco, se sienten unidos por un mismo amor a la Virgen María, en su advocación de la Merced, cultivan un mismo espíritu y forman la Familia Mercedaria (COM, 12).
Textos e imágenes extraídos del Sitio Web www.ordenmerced.org